El día 2 de septiembre de
1934, el Padre Santo había recibido en audiencia a una gran multitud de niños,
venidos de toda Italia, y les habló del ángel custodio.
Recordó las palabras del gran
devoto de María, San Bernardo, el panegirista del ángel custodio.
"No olvidéis nunca a este compañero de vuestra vida, y mostradle
siempre reverencia, por causa de su "bondad, su protección y su ayuda". En
efecto, el ángel de Dios nos acompaña con su presencia, él nos estima y nos ama con su bondad, y nos ayuda con su protección. Nos
corresponde, pues mostrar a nuestro ángel tanto cariño como nos lo encomienda
San Bernardo.
"Nunca debemos olvidar la presencia del ángel custodio, de ese
príncipe del Cielo, a quien nunca debemos hacer sonrojar".
"Niño o adulto, nunca debemos hacer o pedir algo que pueda ofender a
quien nos guarda y custodia. Nunca debéis, niños, hacer algo que no haríais en
presencia de vuestro padre o de vuestra madre o del menor de vuestros
compañeros... Pues en todo lugar está presente el ángel custodio".
"Pero, no es sólo su presencia que nos debe interesar. Es una presencia
llena de cariño y de afecto. Por eso debéis corresponder con afecto, con
cariño, con sumisión y devoción a sus cuidados".
“Esta devoción del ángel debemos mostrarla por medio de la cotidiana
oración al principio y fin del día, y durante el trascurso del mismo. Debemos
hacer como el Padre Santo, que invoca a su ángel tutelar no sólo durante la
oración, sino durante el día, en los intrincados negocios que continuamente se le
presentan".
"Nos, dice el Padre Santo, damos mucho peso al deber de deciros, y
esto aun por agradecimiento, de que siempre hemos experimentado la ayuda
maravillosa de nuestro ángel custodio”.
“Muchas veces sentimos y nos damos cuenta que nuestro ángel custodio
está presente, aquí, al lado nuestro, preparado para apoyarnos y ayudar. Lo
mismo hacen los ángeles custodios de los buenos niños. Están siempre prontos,
llenos de amor y siempre vigilantes”.
"El convencimiento de que nos guarda un Príncipe de la Corte
Celestial, un espíritu elegido, de los que dijo el Señor, hablando a los niños,
que ellos siempre ven la majestad de Dios... este convencimiento nos debe
llenar no sólo de respeto y devoción, sino de suma confianza en su celestial
protección.”
"Esta confianza es necesaria y debe manifestarse cuando hay un
deber grave que cumplir y un propósito firme que mantener".
En esos momentos debemos confiar plenamente en la ayuda, en la
protección del ángel de la guarda”.
"La oración es entonces la prueba más segura de nuestra confianza
en su celestial protección".
"Estas recomendaciones, concluyó diciendo el Padre Santo, que
leemos de San Bernardo, fueron las que nos grabó en el corazón nuestra madre,
apenas fuimos capaces de entenderlas”.
“Esta protección del ángel custodio se ha hecho sentir en todas las
cosas que hemos podido hacer durante nuestra vida, y esta ayuda nos ha de
acompañar por los años que el Señor quiera aún concedernos de vida en esta
tierra por su infinita bondad"